Hablar bien, no cuesta tanto.
Gabriel Cano | Domingo 01 de febrero de 2015
No me canso de ayudar a padres y madres en los lenguajes que utilizan con y para sus hijos e hijas, lenguajes cargados de mucho mensaje, sin que ellos mismo se den cuenta de lo que están realizando.
Hace tiempo estudiando Antropología me llamo la atención todo lo relacionado con el lenguaje, dentro de las culturas, y como dependiendo del lenguaje, podemos construir o no un pensamiento. Como el propio lenguaje es un, o quizás el más importante, de los constructos sociales que tenemos que “Aculturizan” o “Socializan”, y nos hacen tener una personalidad u otra, totalmente diferente.
Esto, y visto desde la práctica diaria, me llevo a observar en el día a día, en los centros comerciales, parques, puertas de colegios, etc., como los padres y madres hablan maravillas de lo que sus hijos e hijas son capaces de hacer, muchas veces exagerándolo, supra-magnificado, y cuando llega el peque, y no hace lo que queremos, nos enfadamos y l e hablamos mal.
Y centrándonos en el lenguaje, y según las observaciones, y esto lo pongo muy en los deportes de nuestros hijos e hijas, veo como los padres y madres utilizan, de cada cuatro o cinco frases, más de 75% de forma muy negativa, y el otro 25%, dependerá de cómo estén de ánimos.
Encuentro como durante todo el tiempo se repite una constante, y es utilizar la palabra “tonto” para dirigirse a los pequeños, y es una coletilla muy usual, más de lo que pensé en un primer momento, y que una vez expuesta en el gabinete muchos padres y madres lo reconocían.
También observaba que era muy fácil, o quizás más fácil que en cualquier acción que los pequeños hicieran, los padres y madres solo se fijaran en lo negativo de la misma, y no en lo positivo, como obviando que acaba de hacer algo diferente, y en ese algo diferente, su prioridad fue enseñárselo a su padre y madre. Ejemplo, cuando se sube a un castillo por primera vez, y llama al padre o madre para comunicárselo, lo primero que hacen es regañar o advertirle de que se va a caer, y no en cambio de que acaba de desarrollar otra destreza, y toda ella, desde su ensaño y error, sin que nadie le enseñe.
Y si es verdad que si nosotros a una persona le llamamos o le ponemos un moto o apodo, de tanto repetirlo, puede llegar a convertirse en ello, con lo que a nuestro hijo e hija, si le llamamos siempre malo/a, terminará acostumbrándose que haga lo que haga, será malo, lo que llegará a hacerlo sin más. Y si a nuestro hijo o hija, siempre le decimos que es tonto, llegará a creérselo, ya que sus padres lo piensan así.
Es muy importante esto que estamos leyendo aquí, pues el lenguaje articula todo nuestro pensamiento, así como articula todo lo social. Y los pequeños van aprendiendo imitando a los mayores, por lo que tenemos que destacar que también se observa que los niños y niñas en general son muy agresivos hablando, y quizás pueda ser por frases escuchadas como “niño no me toques los cojones”, de una madre a su hijo de tres o cuatro años. O las barbaridades que escuchamos de muchos padres y madres sobre como son los demás, sin percatarnos que es parte de su educación.
Otra forma de expresión del lenguaje es el aspecto despectivo que siempre utilizamos en nuestras conversaciones hacia los demás y hacia lo demás, y que luego nos sorprende en que nuestros hijos e hijas lo reproduzcan, igualmente pasa con el machismo, o las cosas que son de chicas o de chicos, y la reproducción sexista, hablar de amigos o amigas delante de ellos, familiares, etc., o quizás el desprecio o la forma en la que nos dirigimos a nuestro cónyuge o incluso nuestros padres y madres.
Y quizás luego nos preguntamos porque nuestro hijos/as son como son.
Para terminar como siempre, queremos brindar un espacio de optimismo, y dos pequeños consejos para ayudar a nuestros pequeños a crecer más felices y mejor autoestima.
Primero, siempre que queramos decir a nuestros hijos e hijas algo negativo sobre una conducta o sobre una acción, intentar hacerlo de una forma más constructiva, desde un comentario positivista, y sobre todo, haciendo entender al pequeño que él no es así, pero que la acción que ha realizado es la incorrecta, es mejor decir que está haciendo el Tonto, que simplemente decir que es Tonto.
Segundo, si nosotros somos capaces de cambiar nuestro lenguaje para adecuarlos al de nuestros hijos e hijas, les ayudaremos a ser menos agresivos, pero a la par, nos ayudara a nuestro día a día, ya que también nosotros sacaremos esa agresividad de nuestro lenguaje, y nos hará, sin darnos cuenta, en personas más tranquilas. Ello nos ayudara a tener menos problemas, en general.
Con nuestra forma de dirigirnos a nuestros pequeños, podemos educarles.
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