OPINIÓN

Covadonga

La orilla derecha

Rafael de la Cruz | Viernes 23 de octubre de 2015
El pasado viernes por la noche, tras una mañana radiofónica en "Olmedo en la Única" desde La Única FM, los acalorados debates sobre las manifestaciones de un lado y otro a cuenta del casí mítico Nodo logístico me predisponían a que estas líneas versaran sobre esta crisis de andar por casa,

en la que unos y otros se arrogan la defensa de Talavera a capa y espada cuando, a la hora de la verdad, está ciudad desgraciadamente agoniza entre la indiferencia del gobierno de Castilla-La Mancha y la incapacidad de las corporaciones locales que a lo largo del tiempo han gobernado en la Plaza del Pan.


En estas estaba, cuando los medios de comunicación y las redes sociales me trajeron las primeras noticias de los atentados brutales cometidos en París por terroristas islamistas. A fecha de hoy todos conocemos de sobra el relato de los hechos y sus horripilantes consecuencias de muerte y desolación, todos sabemos de dónde provenían y que pretendían tanto sus autores materiales como sus inductores y organizadores.


Logícamente, en este mundo globalizado de manera inmediata surgieron voces de apoyo y solidaridad con las víctimas, ya fuese desde las más altas instancias hasta el pueblo más llano y soberano. Desde todos los ámbitos se escucharon esas frases de hermandad y conmiseración como "Je suis Paris" u otras de análogo sentido. Pero a la vez que estás expresiones de sincero dolor y repulsa, nacieron otras que desde una voluntaria ignorancia o miseria de espirítu, bañadas en un buscado síndrome de Estocolmo, pretendían culpar de este ataque contra la democracia y libertad a nuestros propios dirigentes y, por ello mismo, al pueblo que libremente les votó y ahora muere bajo los disparos de nuestros enemigos.


Aquí sí hay malos y buenos. Así de simple. Déjense de onanismos psicológicos. A un lado están los enemigos de la libertad y la tolerancia, los que decapitan al infiel, lapidan a las mujeres, despeñan a los homosexuales y violan y asesinan a los niños que han cometido el grave pecado de ser cristianos. Ellos son el enemigo de todo lo que defendemos, de un modelo de sociedad libre y demócratica, en la que cada cual construye su existencia conforme a su elección y no siguiendo las pautas obligatorias de religión alguna.


Me da asco y miedo al contemplar a quienes, con una tibieza ruín, nos intentan vender la equidistancia entre ellos y nosotros, como una recua de voceros del enemigo. Esa caterva que, con tal de defender sus dógmaticos intereses, encuentra lejanas justificaciones a aquellos que, de poder, les pasarían por el filo del cuchillo sin contemplaciones. El enemigo es uno y firme en su deseo de exterminarnos, de acabar con la civilización occidental. Y mientras, nosotros estamos infectados, cual gusanos, de quintacolumnistas defensores de las alianzas con el Mal absoluto bajo la apariencia de un hipócrita "buenismo" progresista.
Cerremos las filas, emulemos a nuestros vecinos franceses que, entonando la marsellesa sin distingo de color político, conformaron la avanzadilla en defensa de la libertad, la igualdad y la fraternidad. Volvamos a mirar a la España que comenzó a crearse en Covadonga y que terminó de adoptar su carácter en 1492. Somos mejores, lo hemos sido y lo seremos. Enterremos a nuestros muertos y volvamos a defender nuestra cultura y nuestra forma de vida. Sin cesiones.