Felipe Medina
Irene González Moreno | Miércoles 23 de abril de 2014
Me comentaba mi amigo Eugenio, que un colega de un país del Este le preguntó recientemente: «¿Es verdad que estáis con casi 5 millones de parados?
¿Es verdad que no hay crédito para el pequeño y mediano empresario? ¿Es verdad que cada semana hay un nuevo caso de corrupción política?» A lo que él, muy resignado, contestaba: «Pues sí, es verdad». Y su colega, como si no entendiese nada, le hacía esta última pregunta: «¿Y que hacéis que no estáis en la calle, como en Túnez, Israel…?» Y es que lo que está pasando en España es insólito. Mientras el paro aumenta, vemos cómo muchos de nuestros políticos defienden sus sueldos vitalicios, sus astronómicas pensiones, sus privilegios y su vida regalada. Nos enteramos de tantos casos de corrupción que a estas alturas, dejar de ser noticia. Altos directivos de empresas empiezan a ir en turista, pero nuestros eurodiputados, senadores, diputados y demás clase política, que son los causantes de las miserias que nos acontecen, van en business. Algunas cajas mantienen los consejos de administración que las quebraron, mientras el FROB, con nuestros impuestos, les salvan de seguir sentados en sus poltronas. El gobernador del Banco de España reconoce que actuó tarde en la reforma de las cajas, pero no dimite. Y el partido gobernante piensa en sus luchas internas en vez de en el bien del país, con una oposición aletargada esperando a que el otro caiga, más que a aportar ideas nuevas. Y mientras, entre otras muchas catástrofes, la Iglesia Católica sigue siendo subvencionada por el Estado.
Hay quienes se preguntamos si somos idiotas. Otros dicen que no, que estamos dormidos. Y yo me pregunto si no será que nuestros nuevos valores nos han dejado narcotizados, sin capacidad de responder a ningún estímulo. ¿Narcotizados, dormidos o idiotas? ¿O quizá, las tres cosas a la vez?
«¡Indígnate!» Con este título, el diplomático nonagenario Stéphane Hessel ha escrito un ensayo corto que ha vendido millones de ejemplares en Francia. Hessel hace un llamamiento especial a la juventud, de la que formó parte como miembro de la resistencia nazi en París, en los años 40, cuando tantos europeos se sacrificaron por unos altos ideales. Para él, la indiferencia es la peor de las actitudes.
¿Se indignará nuestra sociedad? ¿Lo hará la juventud, como lo ha hecho en tantas ocasiones de nuestra historia? Cuando comparto esta inquietud con amigos, muchos me dicen que la juventud, que es la primera víctima de esta crisis, no va a hacer nada, porque no tiene hambre y está dormida. Además, no hay valores, están inmersos en una sociedad meramente consumista y por lo general, todo se les ha dado resuelto.
Sin embargo, si yo fuera político, estaría nervioso. Como dice Hessel: “si hoy, como entonces, se encuentra una minoría activa, esto será suficiente, tendremos la levadura para elevar la masa.” Los sindicatos están comprados y corrompidos. Pero hoy hay mecanismos más rápidos, y más creíbles para movilizar a una población descontenta. ¿Qué analista político podría haber augurado lo que está pasando en el mundo islámico?
La clase política debería tomar nota. ¿Se puede seguir manipulando a nuestra sociedad? ¿Es mejor mantenerla narcotizada y vivir de espaldas a los casi cinco millones de parados, una corrupción galopante, una juventud sin futuro, inflación, vacío de valores…?
Al fin y al cabo, los políticos son como el sexo: ¿Se ha preguntado mi querido lector porque antes del sexo cada uno ayuda al otro a desnudarse y después del sexo, cada uno se viste solo? La reflexión es que, en la vida nadie te ayuda cuando estás jodido y si te ayudan es porque te van a joder.
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