Manuel del Rosal
David Martínez | Miércoles 23 de abril de 2014
Es el hombre, el ser humano es el rey de la creación, pero ¡cuanta pequeñez la del ser humano!
Aquel ciudadano japonés poseía todo lo relacionado con las nuevas tecnologías, Móvil, Internet, I.Pap, Navegador, GPS, ADSL, Automóvil, Televisión, Blackberry , DVD, podía volar en pocas horas a cualquier lugar del mundo, su casa contaba con los más modernos sistemas de seguridad y de domótica etc. etc. Aquel ciudadano japonés ha desaparecido enterrado bajo toneladas de escombros y barro. De nada le han servido todas las tecnologías que este mundo moderno puso a su alcance. Miles de vidas perdidas, problemas con el agua, con la electricidad, con los alimentos, hambrunas, cosechas perdidas, ciudades destruidas, medios de producción afectados, infraestructuras arruinadas, agravamiento de los problemas sociales y un largo etc. sufrirá Japón, un país altamente tecnológico, tercera economía mundial; un país poderoso que ya ha conocido desastres similares a este para ninguno de los cuales estuvo preparado. Ni Japón ni ningún país están preparados para hacer frente a un desastre natural. Los hombres saben de los desastres, los conocen; han vivido con ellos desde que el mundo es mundo, pero ¿han intentado vencerlos o, al menos, prevenirlos? Una simple tormenta, una gota fría puede dejar una región arrasada, lo sabemos. Lo saben, mejor que nadie los científicos. ¿Investigan estos científicos algo relacionado con contrarrestar estas catástrofes, con, por lo menos, prevenirlas? El ser humano, el rey de la Creación ha alcanzado cotas de tecnología, de técnica, de desarrollo jamás soñadas, pero es incapaz, no ya de hacer frente a una catástrofe natural, ni siquiera de prevenirla. Seres vivos inferiores al hombre detectan el acercamiento de una tormenta, de un terremoto, de un maremoto; el hombre no, el hombre carece de, llamémosle, instinto. Como en tantas otras cosas el hombre ha llenado el hueco de la falta de instinto con la técnica y la tecnología, pero cabe preguntarse si esa técnica y esa tecnología han buscado el bien general o la apertura de nuevos mercados. El terremoto de Japón ha puesto una vez más ante los ojos de una humanidad sobrecogida la pequeñez del ser humano. Miles de millones se gastan en la búsqueda o el mejoramiento de tecnologías. La I+D+I está en boga y sin embargo el hombre sigue olvidando que la Naturaleza puede cambiar su vida e incluso hacerla desparecer. Sociedades más avanzadas que la nuestra desparecieron a causa de catástrofes naturales; por lo visto el hombre es terne en sus errores, no cambia, no aprende. ¿Sería mucho pedir que quienes tanto investigan para mejorar la “calidad de vida” de todos nosotros, echaran una ojeada al interior de nuestra madre Tierra? Puede que sea ahí donde esté el secreto para evitar o, al menos prevenir, catástrofes como la que ha asolado Japón; un país avanzadísimo en tecnología la cual de nada le ha servido para evitar semejante aquelarre de muerte y destrucción.
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