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Mes de mayo, mes de Primera Comunión. ¿Cómo se celebraban antes?

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Escrito por Ana María Castillo Pinero

LVDT | Viernes 09 de mayo de 2025

Cada mes de mayo vemos por nuestras calles pasear a niños y niñas ilusionados, vestidos de Primera Comunión. Esta ceremonia religiosa ha evolucionado con el paso de los años, convirtiéndose en un importante momento social. A veces, tenemos la sensación de que este tema se nos está yendo de las manos, porque si comparamos con épocas anteriores, nos damos cuenta de la espiral consumista en la que hemos entrado, sin querer, por la importancia que damos a todo lo relacionado con nuestros hijos.

Si miramos hacia atrás, la primera diferencia que encontramos es la edad en la que se recibe el Sacramento. En el siglo XVII la Primera Comunión era un acto individual y privado, que se realizaba entre los doce y los catorce años. En el siglo XIX, se empezó a agrupar a niños y niñas de las mismas edades y se recibía en torno a los seis años. Actualmente se comulga por primera vez a los diez. Esto se debe a que uno de los requisitos para recibir el Sacramento es “estar en uso de razón”, es decir, tener capacidad para discernir el bien y el mal. Aumentar la edad de recibir la Primera Comunión, no quiere decir que los niños ahora sean más tontos o inmaduros, sino que el contexto social es más complicado y a veces es difícil distinguir el bien del mal, por influencia de las redes sociales, fundamentalmente.

Hay una serie de elementos constantes que acompañan a esta celebración, a pesar de las modas: la vestimenta ceremonial y sus complementos, la realización del retrato profesional, el banquete familiar y la impresión del recordatorio. A partir del siglo XIX, coincidiendo con el auge nupcial, las niñas empiezan a aparecer con vestidos blancos y los niños con brazaletes del mismo color, representando así la pureza de las almas. Se incorporan accesorios como guantes blancos, limosneras, crucifijos, velas, misales,…No obstante, la mayoría de los niños siguen vistiendo, simplemente, la ropa de los días de fiesta.

A partir de la década de los 40 se popularizan los trajes tipo marinero para los niños. Se incorporan formas diferentes de tocados, coronas, incluso pamelas para las niñas. Normalmente la confección se encarga a modistas, y los trajes se pasan de unas familias a otras. A partir de los años 60-70 se pone de moda vestir hábitos y en los colegios religiosos se adquiere este formato, tipo uniforme. No sólo hay interés por el atuendo infantil, sino que toda la familia se preocupa por mostrar una mejor imagen. En Talavera triunfan grandes establecimientos comerciales, como Mary, donde la comarca entera acudía a realizar sus compras, para toda la familia, y esto era en sí mismo un acontecimiento festivo.

En los años de la postguerra, no se celebraban banquetes de comunión. Se servían en las casas de socorro y salones parroquiales desayunos para todos los niños, normalmente chocolate con bizcochos o churros. Fue a partir de los años 60, cuando empezaron a popularizarse los ágapes en las casas, y poco a poco, se fue trasladando al restaurante esta tendencia. Se introducen también los regalos, que van desde la clásica bicicleta, el reloj casio, el teclado, hasta las video consolas y tablets.

El día en el que se hacía el retrato oficial, era un día especial. Muchos niños nunca se habían hecho antes una fotografía y acudían con miedo al estudio. Los amigos les gastaban bromas y les decían que cuando se disparaba la máquina les pegaban una torta o se les ponía la cara negra. A principios del siglo XX el estudio fotográfico de Talavera más prestigioso era el de Juan Ruiz de Luna, ubicado en la Corredera del Cristo, y años después, el de Corrales y Antoranz. Destacan la originalidad y estética, tanto de los decorados, como de los portafotos de cartón, elaborados por Juan Ruiz de Luna. Se le daba una gran importancia al fondo, creándose ambientes de salones lujosos o templos antiguos.

Poco a poco, el retrato se enfoca más en los niños y menos en el fondo, se amplía el primer plano centrado en el rostro y en la expresión de inocencia, prescindiendo casi por completo de los decorados. Con la evolución de los equipos fotográficos, es posible salir al exterior, y comienzan a hacerse fotos en Iglesias y parques. El entorno de la Basílica del Prado y sus jardines, se convierten en escenario habitual. Aparecen los retratos de grupo y los fotógrafos se desplazan a las ceremonias y banquetes. En la actualidad la facilidad para hacer fotografías con el móvil, ha hecho necesario regular su uso durante la celebración de la misa.

El recordatorio es una moda que impulsó la burguesía en el siglo XIX, imitando las estampillas promocionadas por el clero. Estos recordatorios se llevaban en las limosneras y eran repartidos entre familiares y conocidos, que regalaban al niño unas monedas. La estética de los dibujos ha ido evolucionando en función de las distintas corrientes artísticas, desde la influencia del art decó, plasmada en las guirnaldas florales y los acabados dorados, hasta las figuras infantiles de cara redondeada imitación de los dibujos del ilustrador Ferrandiz. Mención especial merece entre las imprentas talaveranas, por su variedad y la calidad de sus trabajos, la histórica Minerva, hoy ya desaparecida.

Es evidente que la Primera Comunión es una celebración que ha ido aumentando en importancia social con el paso del tiempo. La pregunta obligada es ¿por qué hacemos todo esto? ¿Se nos va la olla cuando se trata de reconocer el valor de nuestros hijos? Existen tantas respuestas como circunstancias particulares, pero lo que está claro es que esta ceremonia esconde un rito de paso que sin duda deja una importante huella en la historia de nuestra vida.

“Tal vez os sorprenderá, pero en cuanto a mí, no he tenido otro día más feliz que el de mi Primera Comunión” Napoleón Bonaparte.

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