La pregunta que media España, o toda entera, se formula cada día de este tórrido verano que se nos ha adelantado es… ¿cuándo dimitirá Pedro Sánchez como presidente del Gobierno?
Como es normal en un asunto de este calado, el único que tiene la respuesta a tan tamaña cuestión es el propio secretario general del PSOE. Estoy seguro que ni siquiera el entorno más cercano conoce los siguientes movimientos pero este dámero se va quedando cada vez más vacío.
Las palabras del insigne Javier Cercas este martes en El País suponen un análisis más que razonable de la situación y, además, proponía varias soluciones al problema que está haciendo del PSOE –y de España en general– el hazmerreír en toda Europa.
Este sábado 5 de julio se celebra el Comité Federal de los socialistas en Madrid y Sánchez quiere convertirlo en una batalla sangrienta para intentar quemar sus últimas naves –en busca de otros culpables– para que sus errores pasen desapercibidos, pero ya es tarde.
Cuando uno, contra viento y marea, con razón o sin ella, henchido de poder y con los ojos cerrados por propia voluntad estima que sus decisiones siempre son acertadas, es el momento en que se cree un enviado de Dios a la Tierra y eso tiene mal arreglo.
Marco Aurelio, aquel emperador antonino que siguió las enseñanzas estoicas de Zenón de Citio, defendía filosóficamente que “es preferible convencer que vencer”, algo que Pedro Sánchez ya no puede llevar a cabo porque su credibilidad se ha agotado. Tantos virajes radicales sólo han provocado el crecimiento de monstruos a su alrededor y ellos mismos lo están devorando.
Este razonamiento lógico no es partidario de izquierdas o de derechas. Lo repitió el admirado Miguel de Unamuno en la Universidad de Salamanca frente al general fascista Millán-Astray, “venceréis, pero no convenceréis”. Sánchez ya no convence a nadie y su victoria se difumina como una gota de agua en el asfalto de nuestras ciudades a estas alturas de verano.