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Víctor Borreguero

Casi me duermo

Casi me duermo

miércoles 23 de abril de 2014, 10:51h

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Había perdido la noción del tiempo. Sabía que había nacido porque su DNI decía que fue un 14 de febrero.
Se llamaba Valentín por aquel santo romano que se coló como patrono del amor y los enamorados porque en los países nórdicos es durante esas fechas cuando se emparejan y aparean los pájaros. Sabía que el invierno agita las entretelas de las bufandas pero perdió la perspectiva del tiempo cuando Maripili le dejó y a él le dio por el juego.

Había pasado toda la noche en un casino. Estaba a punto de amanecer. Salía el sol y sintió un escozor en sus ojos somnolientos. Vio un gran árbol en el jardín de su casa (la casa de Valentín tiene jardín) y decidió sentarse a descansar un rato. En un abrir y cerrar de ojos cayó en un sueño profundo.

Durmió todo el día y toda la noche, ¡qué pérdida de tiempo! Para el caso, dormir es igual que morir salvo que te resucites en el sueño, pero Valentín no sabía soñar. Había dormido exactamente 24 horas cuando se despertó. El alba y el sol empezaban a subir la escalera del cielo. “¡Qué suerte!”, exclamó contento, “casi me duermo”.

Aquel hombre no había leído a don Pedro Calderón de la Barca y Barreda González de Henao Ruiz de Blasco y Riaño, un cura con demasiado apellido para ser solo cura y por eso fue soldado y poeta. Sabía mucho de sueños: Sueña el rey que es rey, y vive con este engaño mandando, disponiendo y gobernando. Sueña el pobre que padece su miseria y su pobreza. Todos sueñan lo que son aunque ninguno lo entiende. Valentín, ni flores. “Casi me duermo al despertar”, dijo al despertarse.

En eso, como Rajoy al ver el páramo que le han dejado en herencia.
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