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Víctor Borreguero

Tres envites y una historia

Tres envites y una historia

miércoles 23 de abril de 2014, 10:51h

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La izquierda abertzale ha vuelto a ponerse de tiros largos (lo de “tiros” va con segundas) para presentar en sociedad, como si quinceañera en edad de merecer, un nuevo precinto.
Es su decimocuarta marca desde que en 1978 empezaron sus bailes de sociedad como “Herri Batasuna”. Hoy se conocerá el apodo de la neófita. Luego, a esperar, esa manera de soñar o sufrir despiertos. La todavía sin nombre ha decidido admitir afiliados en sus filas, o sea, que hasta ahora en vez de afiliados, mercenarios. Quien lo desee y decida, podrá registrarse como afiliado, previa aceptación por parte de los cabecillas, o formalizar su seguimiento como simpatizante con el simple deseo de establecer la voluntad equívoca del cariño que ni se compra ni se vende pero que tiene precio verdadero. Como los unos y los otros, los mercenarios y los palmeros, “deberán entregar dinero al partido”, los primeros lo harán a través de sus cuotas de militancia, y los segundos mediante aportaciones y donaciones, una sutil manera de bendecir como si limosna el impuesto revolucionario. Hasta se contempla que los extranjeros, o sea, los no vascos, puedan entregar sus dineros en tiempo y forma, ¡qué canallada!
El segundo envite de hoy es de catadura diferente. Tomás Gómez, el candidato del PSOE a quitar a Esperanza Aguirre de la presidencia madrileña, harto de sufrir desbandadas, ha fichado a Carla Antonelli para intentar acortar distancias. No por ser y llamarse doña Carla sino porque es transexual y eso cuenta, como ser negro, bajito o del Sálvame de Luxe. ¿Quién dijo aquello de que “la igualdad no es más que un peldaño para llegar a caminar sobre las cabezas de los demás”?
En el tercer envite, Bulgaria, uno de los países más pobres y corruptos de la Unión Europea. Si pagas en efectivo 1500 euros te compras allí un bebé recién nacido sin ningún tipo de obstáculo legal y administrativo. Guardo silencio.

Y ahora, la historia. Un aprendiz de poeta quiso leer a Francisco de Quevedo los sonetos con los que ya se veía en la cumbre del Parnaso. “¿Qué le han parecido, don Francisco?” Y el poeta: “El siguiente será mejor porque es imposible que sea peor que los que acaba de leerme”.

Si los envites llevan a veces a una guerra no declarada, las historias suelen ser la destilación tolerante del chismorreo egocéntrico.
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