Todos hemos oído últimamente hablar de las cabañuelas gracias a las predicciones de Jorge Rey, pero hay otras costumbres arraigadas y menos conocidas, que nos permiten saber el tiempo que va a hacer.
Mi abuela tenía un huesecillo en la muñeca que cuando le producía dolor, era señal inequívoca de “demudación”. Nuestros mayores se referían así al cambio de tiempo, y a aquellas personas que podían percibir con antelación estos fenómenos meteorológicos se les llamaba barruntadoras (casi siempre eran mujeres).
LA IMPORTANCIA DE LAS PREDICCIONES METEOROLÓGICAS
En la historia de la humanidad saber del tiempo atmosférico ha sido fundamental para la supervivencia, puesto que, de él dependían la caza, las cosechas, y a veces la propia integridad física.
Antes de lidiar una batalla siempre se recababa información sobre el tiempo, teniendo ventaja los lugareños por conocer con precesión detalles como la situación de los bancos de niebla. Por citar un ejemplo, la batalla de Alarcos del 18 de julio de 1195, fue ganada a los cristianos por el ejército del “Moro Almanzor” más por golpe de calor, que por superioridad bélica.
El éxito de las expediciones de conquista dependía en gran medida del conocimiento de las condiciones meteorológicas, por lo que era frecuente preguntar a los nativos sobre el clima, en primera instancia, a parte de otros posibles peligros en ruta.
En la actualidad, la predicción del tiempo sigue acaparando unos minutos diarios en los noticieros, y la página web de la AEMET es una de las más visitadas. Saber qué tiempo va a hacer es importante para planificar nuestro ocio, nuestros viajes, elegir nuestro outfit o vaticinar si se va a suspender un evento. Para algunas personas, las barruntadoras, esto se convierte en una prioridad en sus vidas, puesto que el tiempo influye de alguna manera especial en su ánimo y en su estado de salud.
¿QUÉ ES EL BARRUNTO?
El barrunto es el fenómeno por el cual, algunas personas, pueden conocer de antemano los cambios de tiempo. Forma parte de la cultura popular desde la antigüedad, pero quizás por ser más frecuente en las mujeres, se le ha prestado poca o ninguna atención, y a penas se le ha dado credibilidad.
Hay muchos tipos de artes, anteriores a la existencia del METEOSAT, para predecir el tiempo, pero todos necesitan de algún elemento. Las cabañuelas se basan en la observación del tiempo durante los primeros 12 días de enero. Hay mucha sabiduría de los ganaderos y pastores, que se fundamenta en el estudio de los comportamientos animales, y también de sus huesos, conocido como osteomancia.
En el barrunto no hay más instrumento de medición que las sensaciones del propio cuerpo, observadas a lo largo de la vida. En la actualidad, a estas personas barruntadoras se las conoce clínicamente como pacientes meteorosensibles, pero existen pocos estudios al respecto. La variabilidad de los síntomas es infinita, así como su intensidad puede diferir en función de las etapas de la vida.
Parece ser que el ser humano disponía en épocas ancestrales de un instinto igual al de los animales que le permitía sentir con antelación los cambios del tiempo. Algunas investigaciones apuntan a que existe un porcentaje de la población que todavía lo conserva. Este instinto es responsable de una respuesta de alerta que se activa ante los cambios de la presión atmosférica o las variaciones del equilibrio de la carga eléctrica de las partículas que hay en el ambiente.
Los síntomas que presentan las personas barruntadoras son muy variables, aunque parecen agravarse en personas con patologías reumáticas, cardiovasculares y mentales. En este último grupo de los problemas de salud mental, el viento parece ejercer una nefasta influencia. La sabiduría popular castellana nos habla del viento solano, que es un viento cálido y seco procedente del sur y sureste, que altera el ánimo de las personas.
Esto que ya sospechaban nuestros abuelos sobre los vientos, se ha concretado en numerosos estudios científicos, desde la década de los 50. Entre ellos, como explica Juan Carlos Molina García (2005, Viento y Salud Mental) se han descrito los efectos del fenómeno Foehn, asociado a los vientos desérticos que alteran el equilibrio de los iones positivos en el aire y producen un agravamiento de la salud mental en algunas personas expuestos a los mismos.
Desde que Pandora, una mujer curiosa, por cierto, y tal vez barruntadora, abriera la caja de los vientos, vivimos el castigo de los rigores del clima en cada lugar del planeta. Algunas personas conservan la antigua capacidad de poder predecir los cambios de tiempo, aunque esta curiosidad parece encarnizarse en sus cuerpos y en sus mentes, con numerosos síntomas que se agravan cada año a consecuencia del cambio climático. Como a Pandora, sólo nos queda la esperanza en un futuro más atento con el medioambiente y en una sanidad más crédula con sus pacientes.