España está de vacaciones. Bueno, no toda. Algunos nos mantenemos al pie del cañón con la esperanza de pillar un fin de semana largo o una escapada imprevista. Llega agosto y siempre se repite la misma historia. Escuchamos mil quejas de cómo nos va la vida pero la mayoría encuentra los días y la pasta suficientes para escapar de la rutinaria realidad.
Incluso me encontraba recientemente con un dato algo sorprendente pero relativamente lógico: hay mucha gente que pide un préstamo para irse de vacaciones, hasta ahí entendible. Pero es que la media de ese crédito está en… 6.000 euros.
En fin, cada uno es cada uno. Lo cierto es que la clase política, la empresarial y hasta la deportiva están también en periodo de asueto. Las noticias, al margen de la intolerable situación que vive Palestina o los caprichos de Donald Trump por destrozar el ambiente económico mundial, se ciñen a sucesos magnificados o celebraciones municipales, sin obviar el calor, del que sólo nos acordamos en esta época.
Los coletazos de las informaciones que han copado las portadas de los últimos meses de pronto parecen haberse esfumado y tan solo una serpiente de verano podría hacernos volver al ring de pasiones que llenan las conversaciones de barra.
Con este panorama, quizá sea mejor tomar conciencia de lo auténticamente importante, lo que nos afecta de cerca, en lugar de dejar de pensar todo un mes al año porque, en nada… en septiembre, nos toparemos con la más cruda de las realidades.
Si no comparten esa opinión, les propongo otro plan, el de la actriz irlandesa Jasmine Guinness al decir que “la gente que lee en vacaciones siempre lo pasa mejor porque tiene un escape total, físico y mental”. Eso sí, yo añadiría que un libro siempre es la mejor conexión con nosotros mismos, sean vacaciones o no.
Por eso les invito a que lean, que para eso no hace falta ni pedir créditos.