OPINIÓN

Talavera y sus ferias: un buen coro o un simple eco

Alberto Retana

Carta del director

Escrita por el director de La Voz del Tajo, Alberto Retana

Alberto Retana | Martes 09 de septiembre de 2025

Este septiembre Talavera vuelve a vestirse de feria y con la ropa nueva llega el eterno debate: ¿fiesta para la ciudad o cartel para la foto? Que en una ciudad como la nuestra las ferias sean motor económico y respiradero social es indiscutible; que cada programa lleve pegado el sello de quien firma las facturas, también. El Ayuntamiento ha publicado la agenda oficial y el calendario de conciertos que, en apariencia, busca cubrir todos los palos.

Si se mira con lupa, la receta municipal es clara: artistas de perfil medio/bajo que garanticen aforo sin disparar una factura que ya se discute. Hay quien resume la apuesta como “seguro pero austero”; otros —con un punto de sorna— lo llaman “feria de máxima prudencia creativa”. Detrás de los carteles hay números: se habla de muchos miles de euros para la programación musical presentada, mientras que en los pasillos políticos se discute el reparto de partidas que, parece ser, llegan a cifras mayores y han generado tensiones entre grupos municipales. Que la política se cuele en la caseta no es novedad; que lo haga con tanta claridad, sí.

Comparar Talavera con Albacete no es injusto: son ferias, sí, pero de distinta dimensión y ambición. La Feria de Albacete se extiende más días y despliega un menú mucho más amplio: casetas, grandes conciertos en varios recintos y actividades que atraen turismo de la región y fuera de ella. La programación oficial de Albacete muestra nombres de peso, lo que se traduce en mayor inversión y, por tanto, mayor impacto mediático y económico.

¿Qué le falta a Talavera para acercarse a ese modelo? Recursos y, sobre todo, decisión política: una feria que aspire a ser un imán regional necesita dos cosas que aquí escasean a ratos —presupuesto y relato claros—. No es solo cuestión de traer un cabeza de cartel; es diseñar una experiencia (recinto, feriantes, oferta gastronómica, turismo complementario) que justifique la llegada de visitantes. Talavera opta este año por jugar a chica, como diría cualquier experto en mus, y Albacete apuesta por la magnitud y la diversidad.

¿Qué prefiere quien decide ahora en la ciudad? ¿Seguir tapando sus cuitas internas o arriesgar para captar al visitante? No es una pregunta menor: la identidad de una feria se teje con estas decisiones.

Conclusión práctica: a Talavera le sientan bien las ferias porque la gente sale y la ciudad respira; le sientan mejor aún si el discurso público acompaña con transparencia presupuestaria y ambición estratégica. Montar una caseta bonita y traer un buen concierto es necesario, pero insuficiente. Si queremos que San Mateo deje rastro más allá del confeti y la foto institucional, hace falta valentía para invertir con cabeza y capacidad para vender la ciudad fuera de sus fronteras, no solo dentro de sus calles, bastante sucias, por cierto. Mientras tanto, que no nos roben la alegría: bailemos, cantemos y critiquemos —por ese orden—, que para eso están las ferias.

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