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Carlos Granda

Diez años después

Diez años después

miércoles 23 de abril de 2014, 10:51h

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Decía Andrés Calamaro en una de sus mejores composiciones al frente de aquella brillante y creativa banda llamada Los Rodríguez aquello de que "diez años después quién puede volver atrás, diez años después mejor reír que llorar".
Una década después de que los aviones golpearan con violencia aquellas torres que ya sólo existen en nuestro recuerdo ya no caben más lamentaciones aunque la herida provocada, por su magnitud, no es nada fácil de cerrar. La redonda efeméride que se ha cumplido este pasado 11 de septiembre nos sirve para no olvidar que este mundo está loco y enfermo y que las barbaridades cometidas por la humanidad durante su Historia pueden repetirse, por increíble que parezca, en pleno siglo XXI.

Aquel símbolo de poder y ostentación ante el planeta que suponían esos dos colosales bloques de acero se vino abajo de un plumazo y con él se desvaneció el orgullo de una nación que todavía recuerda con horror aquel fatídico día. En poco menos de media hora cerca de 3.000 personas perdieron la vida, algo que ni siquiera había ocurrido en las jornadas más sangrientas de aquellas fatídicas y absurdas guerras de Vietnam o Corea en las que tomaron parte los norteamericanos.

Y el mundo comenzó a temblar. La psicosis, el miedo y el desconcierto se apoderaron de Occidente y se comenzó a mirar con recelo todo aquello relacionado con el Islam. Bin Laden, Al Qaeda y los talibanes comenzaron a copar noticieros y periódicos y los más agoreros vaticinaron que lo acontecido en Nueva York sería el germen del tercer conflicto bélico de la humanidad a gran escala.

Diez años después el instigador de la tragedia ha sido borrado del mapa (o eso dicen) y sus ideas han deaído en el mundo islámico, la cólera colectiva se ha apaciguado y los usuarios de los aeropuertos ya no miran con sospecha cada rincón de las instalaciones. Pero basta con ver repetido en nuestro televisor el instante en el que los aviones colisionan con violencia contra las torres para volver a sentir por el cuerpo el mismo escalofrío que vivimos aquella sobremesa del 11 de septiembre de 2001. No conviene vivir aterrado, pero tampoco hay que olvidar lo que sucedió aquel día recordar que el mundo está loco y que barbaridades de esa calibre no pueden volver a repetirse.
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