José Cardona
Las terrazas, un acuerdo desde el sentido común
miércoles 23 de abril de 2014, 10:51h
En la sociedad estar en minoría, ser diferente a la mayoría, conduce en ocasiones a la marginación, a ser considerado, incluso, como enemigo social.
Es el caso de las personas fumadoras, que si no están dispuestas a pagar este precio, han de abandonar este hábito y apuntarse a lo, hoy día, socialmente correcto (territorio donde, conviene no olvidarlo, con más frecuencia de la deseable anida la hipocresía). Y a pesar de lo anterior, han existido siempre, y existen hoy, personas en minoría que fueron y son diferentes, que ante la salud o la vida apostaron y apuestan por valores para ellos prioritarios: la libertad individual, la justicia, la honestidad, o la fe (¡cuántos, en nombre de esta última, han renunciado al dinero, al poder y hasta a la vida!).
Así de filosófico estaba mi amigo Eulalio el otro día. ¿La causa? Según me dijo, sus reflexiones acerca del acuerdo adoptado entre los hosteleros talaveranos y el equipo de gobierno de nuestra ciudad (“que leo de vez en cuando la prensa, no creas”, subrayó irónico). Se refería, me aclaró, al hecho de prolongar todo el año la licencia a los bares para la instalación de terrazas en la vía pública, aunque, eso sí, haciéndolas compatibles, ya se verá cómo hacerlo, con el derecho del ciudadano a la libre circulación por nuestras aceras y al descanso. En esta ocasión coincido con Eulalio, y voy a explicarle, amigo lector, la razón.
A mi me parece que la Ley 42/2010, de 30 de diciembre, que modifica la 28/2005, de 26 de diciembre, de medidas sanitarias frente al tabaquismo y reguladora de la venta, suministro, consumo y publicidad de los productos del tabaco, constituyó, en su día, una pasada, y que las ministras responsables de la misma (señoras Jiménez y Pajín) se pasaron tres pueblos (es una expresión de mi amigo). Y lo considero así, no porque yo milite en un bando contrario a la salud pública (que no he fumado en un bar o cafetería desde que, el 2 de enero de 2011, entró en vigor la citada norma), sino porque entiendo que los caminos hacia esta loable meta (como es la salud) pasan más por la educación que por la prohibición y sanción.
Creo que la normativa modificada (la Ley 28/2005, de 26 de diciembre), junto a medidas de naturaleza terapéutica y a una formación adecuada, era un mejor procedimiento para el fin que se pretende. Educación para la salud a las nuevas generaciones (niños y jóvenes) en la familia, la escuela, el instituto o la universidad; y a la población adulta, con campañas de sensibilización ante las consecuencias de este hábito (aunque evitando expresiones e imágenes con cierto tufo apocalíptico y, en ocasiones, terrorífico). Esto evitaría el drástico cambio en la vida cotidiana de muchísimas personas.
Aportar, pues, comprensión hacia aquellas personas fumadoras que la sociedad hizo en su día, y sigue haciendo en la actualidad (continúan siendo apetecibles los ingresos por consumo de tabaco y los puestos de trabajo que la dependencia a este producto genera), introducir mesura y empatía donde actualmente prima la intransigencia e incomprensión, es lo que intenta, y es la razón que lo justifica a mi manera de ver, ese acuerdo al que parece han llegado sobre las terrazas el sindicato de hostelería de nuestra ciudad y el ayuntamiento talaverano. De esta manera se cumple la ley (hasta que continúe en vigor, ya que un tercio de la población agradecería al PP volver a la norma de 2005), haciendo compatibles el derecho a la salud del ciudadano (y que a veces raya en la hipocondría) y el de las personas fumadoras. En síntesis, con este posible acuerdo se concede protagonismo al sentido común. Y es lo que decíamos al principio que decía Eulalio sobre el valor de la vida, de la salud, y el de la libertad individual. ¡Allá cada cual con la suya!
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¿Qué enseñar en la sociedad del conocimiento?
Últimos comentarios de los lectores (1)
60 | Ricardo Fernández - 21/03/2011 @ 14:33:49 (GMT+1)
Agradezco al profesor Cardona su valiosa contribución a la educación desde la "sociedad del conocimiento".
No cabe duda que todos los esfuerzos por dotar de herramientas tecnológicas a los estudiantes serían estériles si no se acompañan de una nueva dimensión formativa y metodológica orientada a la promoción de competencias digitales tan demandadas y necesarias para el aprendizaje permanente.