Salvador Aldeguer
El futuro de l@s tele-videntes
miércoles 23 de abril de 2014, 10:51h
La TDT es la Televisión Digital Terrestre, pero en realidad se habla de la Plataforma Digital Terrestre, quizás la razón estribe en que las siglas de esta última definirían mejor la programación: PDT.
La madrugada y la programación televisiva son agua y aceite. Una vez desechadas las opciones de los concursos-timo; los timo-comerciales de cuchillos mágicos y ungüentos de baba de babosa; y las citas erótico-telefónicas marcando el prefijo de Tenochtitlán, la franja televisiva es ocupada por l@s tele-videntes. Una legión de trileros de la videncia hacen alarde de diversas mancias y hechizos de nivel ‘Cheminova’ y conjuros extraídos de ‘Los Juegos Reunidos Geyper’, y toman al asalto la parrilla televisiva de la hora bruja. De toda esta panda de supervivientes de la cara oscura de la luna, posiblemente el más normal sea Octavio Aceves, un clásico que entre llamada y llamada te cuenta sus peripecias con algún novio en las Barbados, mientras le da al péndulo, ‘limpiando’ las cartas de su abuela. También aparece un tal Sandro, un tipo delgado y más serio que Solbes jugando al ajedrez, y que luce una larga melena lacia a lo Mónica Naranjo y que se dedica a lanzar bendiciones, a dar los números de la primitiva, y a contestar ´sólo’ a una pregunta, preferiblemente relacionada con el futuro, porque como él dice, ‘el pasado, es agua pasada’. Mención aparte la de una veterana enfundada en una túnica y rodeada de objetos imposibles comprados en los ‘chinos’, y que amparada por un tal San Borondón, lanza rayos de luz curativos a mansalva. Otro susto televisivo lo provoca un tal René, que se dedica a paliar males de ojo a base de extraños gruñidos y rituales pirómanos. Lo cierto es que, por supuesto, las predicciones de estos magos del tres al cuarto se basan en que si hace sol es de día y poco más. Un pellizco para las compañías telefónicas y unas horas de producción barata para las televisiones. En definitiva, un carnaval de estafadores que no son más que el preludio del desembarco de otro rutilante negocio, el de los telepredicadores. Cuenta la leyenda que Gala, la mujer de Dalí, se encaprichó de Ted Neeley, el actor que interpretaba el papel de Jesucristo en la película ‘Jesucristo Superstar’ y lo invitó a Port Lligat. Ni que decir tiene, lo que debió suponer para Salvador Dalí el hecho de que su mujer le pusiese los cuernos con el verdadero ‘Salvador’. La cuestión es que Ted Neeley desapareció del mundo del celuloide y acabó como telepredicador en un canal de Los Ángeles, para pasmo de los espectadores, porque una cosa es que te aparezca el tal Sandro, y, otra muy distinta, que te aparezca un tipo que ya ha hecho de Jesucristo. Misterios del futuro, como el de mi amiga Paz, que hace quince años le hizo un retrato a su amigo Manolo como regalo de cumpleaños, pero no se lo llegó a regalar porque consideraba que no se parecía lo suficiente. Pero el otro día, revisando los bocetos, comprobó que pasados los años, ahora Manolo es clavadito al retrato que ella le intentó hacer años atrás. Es un caso de Dorian Gray, pero al revés. La constatación de que el boceto del presente es, ni más ni menos, que la asombrosa y exacta realidad del futuro. Igualito que el retrato de Manolo.
Manzana – S.
Abrir carpeta.
Monkey Business.
El futuro no es un regalo, es una conquista. (Robert Kennedy)