Algo de nostálgico tiene cuando evocamos estas cuevas cercanas en Arenas de San Pedro. Lo comento porque algunas personas dicen “yo estuve allí de pequeña”, parece ser que el parque temático de la época -para que saliéramos del pueblo de excursión- eran las Cuevas del Águila.
Tal vez porque era lo más renombrado de la comarca y como se decía entonces un espectáculo digno de ver. Había líneas de autobuses en los 70 cuyo destino final rotulado era Las Cuevas del Águila.
Las famosas cuevas a las que todos fuimos antes o después de una chapuzón en el Tiétar las descubrieron cinco zagales del territorio, cuatro eran hermanos, los Burcio Moreno (Luis, Florencio, José y Ceferino) junto con Terenciano Sánchez, un colega de aventuras.
Una tarde antes de las Navidades de 1963 no tuvieron otra ocurrencia que andar por el cerro del Águila o como lo llaman los autóctonos el cerro de Romperropas. Uno de ellos que estaba poniendo cepos para pájaros vio que entre los zarzales salía un humo blanco, era vapor de agua que emanaba de la boca de la entrada a la gruta. Desbrozaron el contorno del agujero y encontraron un estrecho túnel donde apenas cabía un cuerpo de hombre. Gateaban en el sentido contrario a la luz, con una cuerda que dejaron atada al respiradero exterior.
Los cinco en procesión subterránea avanzaron hasta donde se terminó la cuerda. Se iluminaban con un candil de aceite, un farol y una linterna de petaca, dentro oscuridad, silencio. A 17 grados de temperatura, humedad del 99%, sin salida, cinco horas perdidos. Cae la noche y los tunantes siguen allí, medio pueblo cercano a la finca les está buscando con antorchas y farolillos de aceite.
Al fin llegan al corazón de la cueva, iluminan sus candiles hacia el espacio que se abrió entre ellos y quedan con la boca abierta. Descubren una catedral de estalactitas y estalagmitas que recorre todo el espacio de los novecientos metros que tiene hoy la cueva en su recorrido guiado. Después de ver aquella maravilla arquitectónica de tierra caliza en la bóveda -que parece esculpida por Miguel Angel-, por la cerosidad de las paredes, el marmóreo húmedo de la cal destilada con gotas que suministra un retén natural de agua de lluvia arriba del cerro. Son 500 millones de años de evolución geológica.
Tienen que regresar pero se pierden. Desesperados porque el aceite de las lámparas se estaba acabando. Por fin encuentran el túnel de regreso, lo recorren en sentido inverso hasta dar con el cabo de la soga que dejaron, siguieron el curso de la cuerda. Por fin y sin respiración vieron en aquella noche fría de antes de la Navidad las estrellas del Valle del Tiétar y el vapor de agua sobre sus cabezas.
Fueron a contar la hazaña del descubrimiento al pueblo, pero allí no les esperaron con cánticos, poco menos que esa noche no cenaron. Se dio aviso que los mozos habían aparecido y todo quedó en un susto. Lo que ocurrió después es historia que puedes ver en el NODO, que cubrió esta información y fue vista en todos los cines de España en 1964.

HOY ILUMINADA CON LED
Mi experiencia sobre la gruta después de haberla visitado de niño (unas tres veces) y la de hace poco días, es la diferencia que hay, no tanto en la visita al interior sino en la transformación del entorno. De subir una cuesta de tierra hasta la entrada -la primera ocasión que fui- a unos cómodos escalones de cemento. Desde una simple caseta de helados y refrescos bajo un guango de cáñamo a tiendas de recuerdos y restauración donde también puedes llevar tu comida y bebida, con mucha zona de sombra y un extenso parking. Un escenario natural de alto valor que acompaña la visita.
Del interior decir que la iluminación led de todo el recorrido propone un ambiente más orgánico con el espacio. Fue remodelado durante un año y abierto en 1964, interviniendo en algunas zonas para hacer accesible la visita. Para poder disfrutar de esta cueva y hacer un recorrido que es cómodo, seguro y muy entretenido. Las explicaciones del guía precisas y las figuras que ha hecho el tiempo ponen nombre en nuestra imaginación (el jamón, la Virgen, la cabeza de un animal). Está permitido hacer fotos sin flash. La cueva es muy segura ya que los últimos colapsos significativos ocurrieron hace más de 75 mil años.
La entrada original está sellada para evitar que ninguna especie animal entre. Aquí ningún tipo de vida podría desarrollarse. Es un ambiente estable de 17 grados todo el año y un 100% de humedad, donde solo algunos líquenes por el efecto del calor de los focos han prosperado. La cueva es de propiedad privada y la gestiona Cuevas del Águila S.L.
La entrada cuesta 11 euros y hay precios especiales. No es necesario hacer reservas. Duración 20 minutos. En su web pueden ver los horarios dependiendo de la temporada. Es una experiencia para que sus descendientes digan “yo estuve allí, en las Cuevas del Águila”.


