Hubo un tiempo en que morirse era más normal que sobrevivir, y la muerte estaba presente en todas las casas, como una invitada molesta y asidua. Las campanas tocaban incesantes a difunto, sin respetar edad ni condición social. Las Cofradías de Ánimas Benditas surgieron ante la necesidad de procurar cristiana sepultura y asegurar las misas necesarias por el descanso eterno de las almas.
Ante este panorama desolador, el arte sacro vino a dar orientación a unas vidas que se aventuraban tan breves, como sufridoras. El Catafalco de La Torre de Esteban Hambrán es una pieza única y monumental del arte barroco, presentada sólo durante el mes de noviembre, en la Parroquia de Santa María Magdalena.
¿QUÉ ES UN CATAFALCO?
Cuando un personaje ilustre moría, se levantaba en su honor un monumento fúnebre, un gran armazón de madera decorado que ayudaba a resaltar el protagonismo del difunto durante la celebración pública de las exequias. A veces este altar mortuorio, llamado catafalco (palabra griega que significa falsa tumba), servía para albergar y mostrar con solemnidad el féretro. Otras veces sustituía al mismo, cuando no se disponía del cuerpo por haberse producido la muerte en batalla o en tierras lejanas.
En origen los catafalcos eran propios de los funerales de la monarquía y la nobleza. El primer catafalco del que se tiene constancia en España, fue el levantado para las exequias de Carlos V en 1558, pero algunas Cofradías de Animas Benditas pronto comenzaron a copiar esta moda aristocrática, durante los siglos XVII y XVIII. Muchos consistían en un sencillo túmulo cubierto por una tela negra. Otros se concibieron como auténticas obras de arte sacro, con alegorías referentes a la muerte y a la resurrección, en forma de pirámide, para exhibirse en el mes de los difuntos, y durante algunas ceremonias religiosas. El carácter temporal y desmontable de estas construcciones efímeras, ha contribuido a su desaparición, quedando muy pocos ejemplares.
LA MUERTE EN EL ARTE
Desde la antigüedad grecorromana, la muerte ha estado presente en el arte siendo uno de sus símbolos más conocidos la calavera sobre una rueda del destino alada, dibujada en el mosaico de una casa en Pompeya.
En la Edad Media fueron famosas las “Danzas de la Muerte o Danzas Macabras”, una serie de dibujos, donde la muerte se representaba como un esqueleto que bailaba con diferentes actores sociales como clérigos, nobles, campesinos, damas, etc.
En el Renacimiento, y especialmente en el Barroco, surgen las “Vanitas” inspiradas en la frase bíblica del Eclesiastés, “vanidad de vanidades, todo es vanidad”. Las Vanitas son representaciones pictóricas de calaveras y naturalezas muertas (flores marchitas, velas apagadas) que hacen referencia a la fugacidad de la vida, así como al hecho de que la muerte iguala a todos, ricos y pobres. La vida se presenta como algo efímero y banal, frente a la eternidad de la todopoderosa muerte.
EL CATAFALCO DE LA TORRE DE ESTEBAN HAMBRÁN
Durante años permaneció sumido en un polvoriento sueño, pero en la actualidad puede volver a admirarse cada mes de noviembre. Bajo la titularidad de la Cofradía de Animas Benditas de la Parroquia de Santa Magdalena, el Catafalco resucita en todo su esplendor para hablarnos de las Postrimerías (muerte, purgatorio, juicio final, gloria).
Tiene una llamativa forma de pirámide semihexagonal de cinco escalones, que alcanza los 5.30 metros de altura. Está formado por una composición de lienzos cuadrados y rectangulares, que representan un total de 30 retratos y escenas. Algunos de estos lienzos son reaprovechados de otra obra anterior. Las actuales pinturas, aunque anónimas, son de gran calidad, y algunas investigaciones atribuyen su autoría a Luis Cosón. Está fechado en 1.753.
Como se puede observar en el excelente reportaje fotográfico, cedido por la Dra. Gabriela Torregrosa Benavent, las figuras son muy impactantes, casi teatrales, propias del espíritu de la Contrarreforma. Para representar la banalidad del poder, el dinero, la belleza, la fama, se utilizan esqueletos, portando atributos y vestimentas propias de los cargos eclesiásticos, la monarquía, los caballeros, etc. acompañados de versos para la reflexión, como: "la seda, el ámbar, el oro, el deleite y la hermosura ¿qué valdrá en la sepultura?"
Todo en esta valiosa joya de arte macabro nos habla, nos conmueve y nos incita a pensar. Lejos de la agonía y del miedo a la muerte, transmite cierto optimismo y esperanza. Nos da claves, como si fueran episodios ilustrados, para afrontar mejor el tránsito. El final de esta narración culmina con la imagen en la cúspide de un alma gloriosa.
REFLEXIONES SOBRE LA VIDA Y LA MUERTE
Las formas de comprender la muerte, y las expectativas de lo que sucederá después, influyen en nuestro modo de afrontar la vida. Ante la inexorable realidad de la defunción, el ser humano dispone no sólo de un instinto de supervivencia progamado en su ADN, sino de todo un conjunto de explicaciones y narrativas generadas por la conciencia colectiva, que ofrecen sentido a su efímera existencia. A pesar de la separación, nuestros difuntos siguen formando parte de nuestra sociedad de vivos, a través de la memoria y mediante ciertas acciones simbólicas que llevamos a cabo. La vida y la muerte se convierten en planos temporales distintos de una misma esencia.
No podemos negar la muerte, pero en algunas sociedades estamos tratando de olvidarla, alejarla y frivolizarla. Tal vez caigamos en una experiencia de vida superficial, poniendo el foco en vanidades y riquezas pasajeras. El Catafalco de La Torre de Esteban Hambrán es una oportunidad para acercarnos a la trascendencia, a través de la admiración artística que suscita su puesta en escena sobre las Postrimerías. Así nos exhorta el Catafalco en una de sus cartelas:
“¡Oh! Tú que vas de caída, procura vivir de suerte, que en llegando la partida, saques de la Muerte Vida y no de la Vida Muerte”.
Escrito por Ana María Castillo Pinero.
Fotografías realizadas por Dr. Gabriela Torregrosa Benavent. Universidad Católica de Ávila.





