La generación más preparada (...ni tan calvo)

Y sin embargo, conozco gente de sobresaliente en todo, incapaz de mantener una conversación, completar una idea o, mucho menos, tenerla. Los más “capacitados” ocultan su incapacidad con enumeraciones de datos, fechas, nombres, conceptos que solo son eso, enumeraciones que lanzan como tinta de calamar para ocultarse.

No somos la generación más preparada porque nadie nos ha preparado. No somos la más sabia porque nadie nos ha enseñado. En lengua nos enseñaron sujetos, verbos, complementos, no a argumentar, a poner en palabras razonamientos, a expresarnos. Y es el lenguaje quien produce el pensamiento, y no sabemos decir lo que pensamos y, por lo tanto, no pensamos. Somos máquinas de aprender, de repetir, no de pensar. Máquinas de estudiar, no de amar los conocimientos ni de querer saber. El español se acerca a la cultura como un americano a una tienda de armas, para atacar, disparar. Cualquier concepto mal aprendido sirve para arremeter contra el maestro y no tener así que emprender el camino de la sabiduría. Pero resulta que luego, ese español se revela asombrosamente como el mayor de los inconsecuentes. El chulo que disparó al ídolo afirma, con dos narices, que se ha comprado un piso en Andalucía porque se convocan unas oposiciones allí de 40 plazas y 65.000 aspirantes, pero la va a sacar y ha empezado por comprarse el piso. Por supuesto, no va a estudiarlas. ¿Por qué fantasea ese español? Porque carece de capacidad para poner en palabras su realidad. Por eso hay una generación de inconsecuentes que se mienten y aseguran que llegarán a las ocho a una cita levantándose a las ocho, que dejan para mañana o que incumplen promesas porque simplemente las olvidaron. Porque no se piensa. Y se dicen y hacen cosas absurdas, negligentes y brutas, pero se sacan dieces porque los profesores tampoco piensan, o pasan del tema.