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José Cardona

La formación del docente, factor de calidad educativa

La formación del docente, factor de calidad educativa

miércoles 23 de abril de 2014, 10:51h

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Homenaje a la labor del Centro de Profesores “Carmen Gómez” de Talavera, lamentablemente desaparecido
La formación del docente ha de concebirse como una tarea inacabada y siempre susceptible, como actividad humana que es, de mejora y perfección. Ésta es patrimonio exclusivo de los dioses, aunque para los humanos consista en su propia búsqueda, pues perfectio reputatur conatus ad perfeccionen, que viene a significar que el intento de alcanzar la perfección, se considera ya perfección. Tal es nuestra humildad pues, aunque racionales, no dejamos de ser animales y no dioses.

Nunca, pues, se puede considerar terminado el proceso formativo del educador, ni desde una perspectiva científica (materias, disciplinas) ni desde la propia pedagogía; dicho proceso viene caracterizado por ser permanente y progresivo, siempre inconcluso desde las exigencias que plantea el propio objeto de su misión: la educación del alumno como un rico proyecto de futuro, un ser pleno de capacidades en potencia y que la labor del maestro, del profesor, ha de convertir en acto, es decir, conducir al máximo desarrollo posible. Ese es su oficio, su responsabilidad, para lo que necesita los más nobles recursos (entre ellos el saber y el querer seguir sabiendo más).

Desde las reflexiones anteriores cabría preguntarnos: ¿Qué es lo que forma en la formación de un docente? En un primer momento, muchos responderían aludiendo a las enseñanzas recibidas en los centros de estudio (Facultades universitarias). Sin embargo, esta sería, a nuestro juicio, una respuesta excesivamente simple y, tal vez por ello, sería una respuesta incorrecta, ya que con independencia de lo que hagamos en nuestros programas de formación inicial de profesores y de lo bien que lo hagamos, en el mejor de los casos sólo podemos preparar a los futuros docentes para que empiecen a enseñar. Lo dijo Zeichner en 1995. Y es que asumiendo que la formación inicial de maestros y profesores sólo sea una primera etapa, aunque nuclear, en el desarrollo de la carrera profesional de los profesores, cabe preguntarnos por el nivel de eficacia que presenta esta primera parte en el largo viaje que supone hacer buenos profesionales de la educación. No podemos ni debemos dejar de reflexionar y evaluar esa eficacia, ni dejar de asumir la naturaleza perfectiva que es sustancial a toda actividad humana. En consecuencia, podríamos hacernos algunos interrogantes. Por ejemplo: ¿Se tiene en cuenta la futura práctica docente en los planes de formación inicial? ¿Se dota al estudiante para profesor de las herramientas apropiadas para el ejercicio de su función? La política educativa, si bien acepta la preparación universitaria inicial como primera etapa de un largo trayecto formativo, ¿qué significa exactamente para ella dicho trayecto, cuál es su incidencia en la totalidad del camino a recorrer? ¿Hay una conexión adecuada entre los conocimientos adquiridos inicialmente en la institución formadora y los problemas reales de la práctica educativa?
Por todo ello, es legítimo que la formación inicial de los docentes sea una cuestión que deba preocupar y ocupar a la política educativa y a la pedagogía. Pero, y más en una sociedad en constante transformación como lo la actual, las administraciones han de facilitar, potenciar y diversificar la formación en ejercicio de los profesores. La importancia de la formación inicial del colectivo docente no debe hacer olvidar la necesidad de un desarrollo continuo de quienes lo componen si es que queremos una educación de calidad para todos. Que, hoy por hoy, es una cuestión que, en nuestros regidores, no está del todo clara.

Por esta razón, entre otras iniciativas, surgen en nuestro país los Centros de Profesores (uno de ellos en Talavera), que se concibieron como sistemas de apoyo externo a las instituciones educativas y su profesorado, y aunque fueron creados en la década de los años ochenta como centros de recursos, con la LOGSE se convierten en instrumentos privilegiados al servicio de las agendas políticas de reforma e innovación educativa, y, al mismo tiempo, en los principales aliados del profesorado en su formación permanente y desarrollo profesional, así como en núcleos para facilitar y dinamizar la tan ansiada mejora didáctica y organizativa de los establecimientos escolares.

En este marco, es por lo que la desaparición del Centro de Profesores “Carmen Gómez” de Talavera de la Reina, como la de tantos otros de nuestra región, la consideramos lamentable.


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