Entendemos por turismo la actividad de viajar por placer, pero a veces, este desplazamiento se acompaña de otras motivaciones. Desde hace mucho tiempo, la gente se ha desplazado en su veraneo, buscando mejorar los problemas del cuerpo y de la mente.
Un ejemplo de este turismo de la salud histórico, lo encontramos en el auge de los balnearios durante los siglos XIX y XX. La existencia de baños públicos y su finalidad higiénico-social es conocida desde épocas remotas, pero el turismo balneario y sus implicaciones sanitarias, es un fenómeno que eclosionó en el siglo XIX, y aún permanece en la memoria de nuestros pueblos.
DEL GUARRO AL MILAGRO. ¿CÓMO SE DESCUBRÍAN LOS MANANTIALES MEDICINALES?
Existen diferentes explicaciones típicas sobre la toma de conciencia de las propiedades curativas de un manantial. En mi opinión, hay tres frecuentes versiones: la ganadera, la religiosa y la de la dama enferma.
En muchos pueblos se habla de un “baño del guarro o de la guarra”. En este tipo de relato, hay un ganadero preocupado por la salud de un animal que no camina, o que presenta sarna, y observa cómo tras revolcarse en el charco, mejoran sus dolencias.
En otros lugares, las propiedades medicinales se asocian a la existencia de un santuario o convento cercano, y la curación va vinculada a la fe. Encontramos en este prototipo, baños de la Virgen o Fuentes Santas, y los resultados curativos podrían suponerse milagrosos.
Por último, la versión de la dama. En estos relatos se habla de una mujer enferma (señora, hija, niña, etc.) que mejora al tomar baños de forma reiterada en un manantial. Curiosamente casi siempre se trata de figuras femeninas, tal vez porque presentaban una mayor afición a la higiene, o porque tuvieron menos reparo en contar al mundo tanto su dolencia, como su curación.

LA MEDICALIZACIÓN DEL AGUA Y LA PRÁCTICA BALNEARIA
La utilización de baños con finalidades higiénicas se conoce desde épocas muy remotas. Este es el caso de las diferentes termas romanas que se conservan en España y de los baños árabes. El término Alhama, que forma parte de muchos municipios españoles, procede del árabe “al-hamman”, que significa baño público. El vocablo “al-Lanchar” (Lanjarón, Garganta de las Lanchas) significa agua que brota de la tierra o de la roca.
En la Edad Media se utilizan muchas de estas fuentes como lugares sagrados, en torno a los cuales se lleva a cabo el culto religioso. A partir del siglo XIX existe un interés creciente por la higiene pública y los avances de la medicina. Por influencia europea, se pone el foco en estos manantiales, y se realizan pruebas de laboratorio que ayuden a su conocimiento profundo.
En el año 1816, el Rey Fernando VII, entusiasta balneario, crea el Cuerpo de Médicos de Baños y se medicaliza el uso del agua. Después surge la Sociedad Española de Hidrología Médica, una institución que gozó de gran prestigio en Europa, dedicada a la investigación de las indicaciones medicinales de los distintos tipos de agua.
Entre la clase burguesa, fundamentalmente, se produce una oleada de bañistas que tratan de beneficiarse durante el veraneo, de las propiedades curativas del agua. Existen diferentes tipos de arquitectura de los baños, desde conjuntos de casetas alineadas, que dan prioridad a la funcionalidad del baño, hasta edificios que emulan las modas estéticas de los hoteles decimonónicos y palacetes.
A la vista del interés social que suscitaron estos lugares, se publicaron guías de baños y balnearios en España y Portugal, que describían su ubicación, las estaciones de tren y medios de transporte accesibles, los precios del baño y las características del alojamiento o fonda. También se recopilaron inventarios de las aguas, donde figuraban sus propiedades físico-químicas y las principales indicaciones terapéuticas, junto con estadísticas anuales de los curados, aliviados, fallecidos y los que tomaban baños por precaución.
El objetivo de este tipo de turismo de la salud era principalmente la mejoría de síntomas de las enfermedades crónicas como el reumatismo, las neuralgias y la artritis, aunque también cobraron gran importancia en la sanación de algunas enfermedades infecciosas, como la tuberculosis. Los médicos Ramón y Cajal y Gregorio Marañón fueron fervientes defensores del uso de las aguas españolas como tratamiento. Los avances de la medicina y la farmacología en otros ámbitos, hicieron que cayeran en desuso estas prácticas curativas durante la segunda mitad del siglo XX, aunque en la actualidad, debido al resurgimiento de las terapias naturales, están volviendo a ponerse en valor.

LOS BAÑOS DE VIVAQUE EN BELVÍS DE LA JARA
En pleno corazón de la Jara, rodeados de monte y olivo, se encontraban los conocidos, y bien queridos por los habitantes de la comarca, Baños de Vivaque. Los datos e imágenes que han llegado hasta nuestros días, han sido cedidos por Don Pablo Fernández del Valle, anterior propietario de los mismos.
Según nos cuenta el historiador Fernando Jiménez de Gregorio, aunque las propiedades del manantial se conocían desde antiguo, fue a partir del año 1880 cuando el señor Manuel Arenas Díaz decidió explotarlos públicamente, al ver los felices resultados obtenidos por su esposa, la señora Juliana Díaz Fernandez, quien padecía de un fuerte reumatismo que la paralizaba, y se curó tras bañarse en las aguas.
Pronto se hicieron famosos en toda la comarca. Las propiedades de sus aguas ferruginosas, bicarbonatadas y radiactivas, eran muy adecuadas al tratamiento de afecciones reumáticas, dolencias hepáticas y gastrointestinales, la anemia y la clorosis.
El caserío data de finales del siglo XIX, y como su nombre indica, era un lugar ideal para “el vivaque” (campamento o refugio para la recuperación de tropas y caballerías). A un lado del caserío, alrededor de un patio, se encontraban alineadas las cabinas individuales donde se disponían las bañeras para poder tomar con tranquilidad e intimidad los baños.
En el año 1924 aparecen publicitados en el Anuario Español de Playas y Balnearios. Disponían de servicio de carruaje diario , para trasladar a los bañistas a Talavera, Aldeanueva de Barbarroya y Sevilleja. A lo largo del tiempo tuvo diferentes propietarios, descendientes de las familias Moreno y Arenas, hasta que en 1959 fueron adquiridos por Don Aurelio Fernandez Crespo.
Durante muchos años fueron utilizados como fuente de alivio, no sólo del cuerpo, sino también del espíritu, por los habitantes de Belvís y municipios cercanos. Los que emigraron a las grandes ciudades, aprovechaban las vacaciones para reponerse de sus dolencias, y disfrutar de los placeres de un entorno privilegiado y una gastronomía autóctona, cuyo plato más destacado era el conejo al estilo de Vivaque.
Pasar un día en los Baños de Vivaque era una experiencia natural, alegre y sanadora. Los baños se fueron modernizando, y en el año 2001 se transformaron en Casa Rural. En la actualidad, no están abiertos al público, aunque existe un esperanzador proyecto privado de remodelación y ampliación, para convertirlos en referente turístico de la comarca. No obstante, el Camino de los Baños permanece como testigo fiel de un lugar para la memoria, donde nuestros antepasados encontraron un remanso de paz y una fuente de sanación.




