En el corazón de Ciudad Real, donde el horizonte se funde con el viento y el eco de los molinos, se extiende el Campo de Montiel, una comarca que guarda en sus pueblos la esencia más pura de la novela cervantina. Siguiendo los pasos del caballero andante, descubrimos tres joyas monumentales: Villanueva de los Infantes, Montiel y Villanueva de la Fuente, sin olvidar la evocadora Aldea de Torres.
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VILLANUEVA DE LOS INFANTES: LA JOYA DEL RENACIMIENTO MANCHEGO
Nuestra ruta comienza en Villanueva de los Infantes, considerada el corazón del Campo de Montiel y uno de los Pueblos Más Bonitos de España. Majestuosa, serena y repleta de historia, la villa nos recibe con una atmósfera de piedra dorada y balcones de madera, donde el tiempo parece haberse detenido desde el Siglo de Oro.
El recorrido inevitablemente empieza en la Plaza Mayor, un conjunto arquitectónico de principios del siglo XVII que condensa la elegancia neoclásica y el equilibrio urbano. En su lado sur destacan las amplias balaustradas de madera sustentadas por zapatas; al este y oeste, los arcos de medio punto dibujan una sucesión armónica; y al norte, el broche de oro: la Iglesia de San Andrés y la Casa Rectoral, que forman un conjunto religioso de una belleza imponente.
A pocos pasos encontramos el Ayuntamiento, con su señorial balconada y el escudo que otorgó el Maestre a la villa, y el Hospital de Santiago, de 1631, fundado por la Orden del mismo nombre para atender a pobres y peregrinos. A su lado se alza la Capilla del Remedio, con inscripciones alusivas a la Orden, completando este rincón cargado de espiritualidad.

Pero Villanueva de los Infantes no se agota en su plaza. En la calle del General Pérez Ballesteros se alzan casonas que respiran nobleza, como la Casa del Arco o del Indiano, propiedad del arzobispo Juan Ortega Montañés, o la Casa de los Estudios, donde enseñaron humanistas como Pedro Simón de Abril o Bartolomé Jiménez Patón, maestros de Quevedo y pilares del castellano literario.
Otros rincones imprescindibles son el Convento de Santo Domingo, hoy convertido en hotel; la Alhóndiga, hoy Casa de Cultura, con su encantador patio de columnas robustas; el Tribunal de la Inquisición, reconocible por su escudo con la cruz, las tibias y la calavera; y los palacios nobiliarios del Marqués de Melgarejo, de los Ballesteros o de los Rebuelta, que hacen de Villanueva de los Infantes un auténtico museo al aire libre.
Villanueva de los Infantes es una de esas ciudades que no se recorren con prisa: se pasean, se escuchan, se respiran.
MONTIEL: EL ESCENARIO DE LA HISTORIA
A menos de media hora de Infantes, la carretera serpentea entre olivares y colinas suaves hasta llegar a Montiel, pueblo legendario donde se cruzan la historia y la épica medieval. Aquí, en 1369, cayó Pedro I el Cruel a manos de su hermanastro Enrique de Trastámara, en un suceso que cambió para siempre el destino de Castilla.
El símbolo indiscutible del lugar es el Castillo de la Estrella, erigido por los árabes en el siglo IX y reformado tras la reconquista. Desde sus murallas se domina todo el valle del Jabalón, un paisaje que parece sacado de un tapiz antiguo. El visitante puede recorrer sus torres, contemplar los restos de murallas y evocar el eco de las armas que un día resonaron entre sus piedras.

En el pueblo, la Iglesia de San Sebastián, de nave única y mezcla de estilos renacentista y barroco, es otro punto de interés. Junto a ella, la Casa de la Condesa de Calleja y la Casa Pretel completan el conjunto monumental.
Montiel conserva además una viva tradición festiva: cada primavera, sus Jornadas Medievales recrean el asesinato de Pedro I, convirtiendo las calles en un escenario histórico donde se mezclan soldados, mercaderes y juglares. Las fiestas en honor a la Virgen de los Mártires y al Santo Cristo de la Expiración completan el calendario de celebraciones que mantienen vivo el espíritu popular de la comarca.

ALDEA DE TORRES: EL SUSURRO DEL PASADO
Entre Montiel y Villanueva de los Infantes se oculta un rincón casi secreto: la Aldea de Torres. Apenas unas casas dispersas entre las ondulaciones del terreno, este enclave fue en su día refugio de caballeros ancianos y enfermos. Las Relaciones Topográficas del siglo XVI ya mencionaban su pequeña fortaleza de argamasa, hoy en ruinas, y las tumbas de los hidalgos que allí descansaban.
Su iglesia, de estructura sencilla y muros de mampostería, recuerda a las construcciones de Calatrava la Vieja. Se respira un silencio profundo, un aire de recogimiento que hace pensar en los caballeros que, tras las batallas, encontraron aquí el descanso. Un lugar perfecto para quienes buscan la esencia más sobria y tranquila del Campo de Montiel.

VILLANUEVA DE LA FUENTE: LA ANTIGUA MENTESA ORETANA
El itinerario concluye en Villanueva de la Fuente, donde el legado romano emerge entre las calles del pueblo. Aquí se asentó la antigua Mentesa Oretana, ciudad destacada de la vía Hercúlea que unía Cádiz con Roma. Restos de calzadas, muros y mosaicos pueden visitarse en los yacimientos arqueológicos de la calle Mentesa o en el Museo Ciudad de Mentesa, auténticos libros abiertos al pasado.
Entre los imprescindibles se encuentran la Casa de la Encomienda, hoy museo arqueológico; el Castillo del Cristo, una atalaya triangular del siglo XIII levantada por la Orden de Santiago; y la Catarata de los Batanes, donde el agua aún se precipita sobre antiguos molinos, recordando la fuerza de la naturaleza en la llanura manchega.

La Iglesia de Nuestra Señora de la Paz y el Santuario de los Desamparados, con su mirador hacia Sierra Morena, completan una visita donde historia, paisaje y devoción se entrelazan. Pero si hay una fecha en la que Villanueva de la Fuente se transforma, esa es durante el Corpus Christi, declarado Fiesta de Interés Turístico Regional. Más de 1.800 metros de calles se cubren con alfombras de serrín coloreado, diseñadas por los propios vecinos, mientras balcones y fachadas se engalanan con colchas y mantones. Es un espectáculo de luz, color y fe que atrae cada año a cientos de visitantes.

UN VIAJE CON ALMA CERVANTINA
Recorrer el Campo de Montiel es mucho más que seguir un itinerario turístico: es entrar en el escenario donde Cervantes imaginó las aventuras de Don Quijote. Aquí, entre fortalezas, ermitas, casas solariegas y llanuras infinitas, uno comprende mejor la inspiración de aquel hidalgo que confundió molinos con gigantes.

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Fotos: ©Turismo de Castilla-La Mancha, Red Hospederías de CLM y Raíz Culinaria.
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