Hoy podría llenar este espacio de adjetivos para describir a una persona que se ha ido. Y, sí, todos tenemos gente especial en nuestras vidas y nos duele el alma cuando ya no están: familia, amigos, conocidos… pero a veces alguien te marca lo suficiente y José Angel de la Casa lo hizo conmigo.
Tuve la ocasión de conocerle gracias a un amigo común, Jesús Olmedo, a quien tengo que agradecer esa oportunidad. En ese momento descubrí a la persona, no sólo al profesional del periodismo. Me considero un privilegiado por haber podido compartir muchas horas de enseñanza junto a Tofiño, en las que me regaló lecciones de este oficio nuestro pero también y, sobre todo, de la vida.
Era una persona muy reservada, entrar en su círculo era complicado. Pero cuando te abría la puerta ya no había vuelta atrás. Sus confidencias, sus tesoros, sus historias repletas de anécdotas no eran compartidas con todo el mundo y eso te hacía sentir, aún, más especial.
Hace 21 años le diagnosticaron Parkinson y, desde entonces, la vida se convirtió en resistencia, en lucha por seguir adelante y en dedicación a nuevas pasiones. Su familia, el piano, el golf, sus amigos, los almendros, su pueblo… se convirtieron en sus ocupaciones habituales.
El tiempo que una vez ocuparon la televisión, los viajes, el “gol de Señor” o las olimpiadas pasó a llenar las páginas de un libro inacabado que llegó a mis manos por su voluntad y por la confianza que se creó entre nosotros. Es ese manuscrito, José Angel de la Casa plasmó sus vivencias, sus sentimientos y su enfermedad. De hecho escribió sobre ella con un aplomo bestial y seguro que sus hijos –Javi y Juanma– me permitirán citar algunas de sus frases que hoy me hacen rebosar lágrimas.
Estas son sus palabras: ‘Soy un enfermo de Parkinson’ La enfermedad que me fue diagnosticada en el año 2004. De ella quise contar mi experiencia hace algún tiempo. Pero era poca y quedó guardada, no en un cajón de un viejo armario, que era el lugar reservado, antiguamente, para lo inservible, sino en un disco duro o un pen que es donde reposan en la modernidad.
Y he vuelto a ello, en primer lugar porque tengo más conocimientos de la enfermedad, que siempre será poco, y más experiencias vividas. También las ganas y la ilusión que han reaparecido, para empujar, dentro de mis posibilidades y con todas mis fuerzas, a que enfermos, que no somos médicos ni investigadores, ayudemos y acompañemos, cada uno desde nuestra atalaya, a otros parkinsonianos, en este duro camino que aún nos aguarda”.
Se ha ido un grande de la comunicación, se ha ido un amigo que supo sembrar mucho cariño, se ha marchado una persona que a mí, particularmente, me enseñó mucho de la vida. Ya te echamos de menos, José Angel.