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Carta del director

Bandera, ruido y tribunales: un fresco talaverano

Alberto Retana
Alberto Retana

Escrita por el Director de La Voz del Tajo, Alberto Retana

miércoles 08 de octubre de 2025, 08:57h

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En Talavera tenemos un talento especial: convertir cualquier cosa en una bandera. Y esta vez, literalmente. La famosa enseña que el Ayuntamiento quiere izar en plena Ronda del Cañillo, con un presupuesto que ronda los 100.000 euros, ha levantado más pasiones que un derbi. “Un símbolo de orgullo talaverano”, para unos, y “un derroche innecesario” para otros. Y entre tanto debate, el ciudadano medio se pregunta si la tela gigante también tapará los baches, limpiará las calles o arreglará lo que está abandonado desde hace meses.

En el último pleno se escucharon frases dignas de encuadernar. Uno de los concejales llegó a decir: “La bandera no es un gasto, es un sentimiento” a lo que le respondieron que “los sentimientos no se pagan con dinero público”. El acta lo recoge, palabra por palabra. Uno no sabe si reír o aplaudir. Porque mientras se discute el tamaño del mástil, los contratos de limpieza siguen bloqueados y los remanentes duermen el sueño de los justos. Pero, eso sí, el patriotismo parece en plena forma.

Hay quien comenta, entre pasillos y cafés, que algunos expedientes municipales podrían acabar pronto en los juzgados. Nada nuevo bajo el sol: cuando las prisas y los personalismos se imponen a la tramitación ordenada, los recursos administrativos suelen llegar por inercia. Eso no es alarmismo: es el procedimiento habitual cuando la política se mezcla con la gestión apresurada.

Porque aquí seguimos en lo mismo: debates de escaparate, proyectos a medio hacer y una bandera que promete ondear sobre un suelo cada día más resbaladizo. No es cuestión de tela, sino de prioridades.

Una bandera puede dar sombra o dar espectáculo. Lo que no da son servicios. Y Talavera necesita menos ruido y más gestión. Menos patriotismo de pancarta y más amor de acera limpia.

Como dicen ahora los más jóvenes: “lo que viene siendo, en plan las calles hechas una mierda pero que la foto no falte”.

Cierro con una advertencia amable: las grandes gestas simbólicas funcionan si van acompañadas de gestión seria. Una política que insulta en vez de explicar solo ahonda la desconfianza. Y si algo nos enseñan los últimos meses en la vida municipal y jurídica del país es que, cuando lo pequeño se descuida, lo grande termina ocupando los titulares que nadie quería leer.

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