Los caprichos del
termómetro mueven nuestra vida más que cualquier decisión. Podemos pensar en la política, en el trabajo o en cualquier otra faceta, pero tanto las tempestades como el calor extremo nos condicionan cada día más.
Y lo digo a poco del comienzo del verano porque hemos tenido el inicio de año más lluvioso de la época y se avecina un estío que ya nos agota desde primera hora.
Algo parecido ocurre en la actualidad misma, cuando vemos abrir portadas o informativos con un escándalo de aluvión o un proceso judicial que asfixia absolutamente.
La tormenta que acucia al PSOE de Pedro Sánchez lleva mucho tiempo resonando. Los rayos y truenos que parecen adornar cada movimiento del Presidente del Gobierno nada parecen afectarle. Hace unos días lo comentaba con dos amigos, lo tiene todo controlado y Maquiavelo sigue siendo su referente.
Sánchez se empeña en cubrirse de un silencio atronador. Tiene un carácter de fuego helado. Demuestra una tranquilidad desequilibrante. Se ha convertido en un oxímoron en sí mismo.
Mientras, Page reúne en su rededor a los más puristas del socialismo español en busca de una renovación pausada y que pueda, si llega a conseguirlo, hacer resurgir a un PSOE del que están dejando poco más que cenizas. La consecuencia de un incendio veraniego que ya dura demasiado.
Al otro lado del tablero, lucha de poder como esos relámpagos que se empeñan en lucir más que el anterior en un chubasco permanente. Feijóo no se fía de Ayuso de cara al inminente congreso del PP y ésta nada tiene que perder en medio de la lluvia.
A la vez, Abascal sigue en sus trece de sacar pecho a costa de anunciar buen tiempo continuamente al que quiera escucharle (aunque sea en su rudimentario francés). Y eso que su bola de cristal tiene ya pocas pilas.
En fin, que seguiremos sufriendo los rigores del clima, con calor, con lluvia y nos seguiremos sin dar cuenta que siempre escampa aunque sólo caigan tres gotas.